Amigas y amigos vallecaucanos,
Es de usanza cotidiana que los congresistas o parlamentarios, como
se les llama en otras latitudes del mundo, rindan cuentas de su gestión
legislativa. Y eso no ocurre en Colombia por norma establecida.
Una iniciativa de Elizabeth Hungar en los años 90, con el respaldo
de la Universidad Javeriana, dio origen a un programa denominado Congreso
Visible que invitaba tanto a Senadores como Representantes a la Cámara, a
inscribirse en él para mantener actualizada permanentemente la información de
la labor que cada quien desarrolla al interior del Congreso.
En sus inicios, muy pocos aceptamos la invitación. Con el paso del
tiempo se ha ido consolidando hasta convertirse en un buen punto de referencia
para el seguimiento a la labor de quienes ocupan una curul en el Congreso.
A raíz de los documentos de Panamá que apenas empiezan a
revelarse, se ha presentado un proyecto de ley que obligaría a los congresistas
a rendir cuentas de su gestión. Valga aclarar, que cuando un congresista inicia
periodo constitucional debe presentar su declaración de renta al día y firmar
el libro de inhabilidades en que pudiera estar en curso al presentarse debates
en los que no pueda ni deba intervenir por posible conflicto de intereses. No
todos lo hacen con puntualidad, pero es la exigencia que hoy existe.
Para nadie es desconocido los bajos niveles de aceptación con que
cuenta el Congreso entre la ciudadanía. Ni que hablar de algunos congresistas
que brillan por la defensa exclusiva de sus propios intereses o de quienes lo
hacen con resplandor por ser escuchada su voz exclusivamente para responder al
llamado de asistencia.
Buena medida la de exigir rendición de cuentas para que el país
conozca quien se dedica con juicio a tan respetable actividad como es la de
legislar y quien no lo hace.
Lo digo con plena convicción: ser legislador es de las más bellas
profesiones del mundo; más aun cuando se ejerce con dignidad, decoro, disciplina
y entrega al servicio del país.
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