@CaminandoconJR
Amigas y amigos vallecaucanos,
Violencia desencadenada en diversas formas es la cotidianidad de un alto porcentaje de quienes acostumbran violentar los derechos humanos.
Traigo dos ejemplos de los millones que se mueven en el mundo. En abril de 2008 tres parejas de afrodescendientes andaban en plan de rumba por bares de la llamada Zona Rosa de Bogotá. Entraban a uno y seguían hacia otro en el ánimo de conocer diversos sitios que les brindaran una imagen de cómo se divierte o busca divertirse la gente que vive en la capital y la que a ella llega de otros lugares del territorio nacional.
En tres de esos lugares no fueron admitidos por ser negros. Acudieron a la protección de sus derechos y la Corte Constitucional, seis meses después, les otorgó recurso de amparo para garantizar el derecho a la igualdad, la honra y la dignidad humana. En su decisión, el alto tribunal conminó al gobierno a buscar la expedición de una ley antidiscriminacion racial.
En lo que va corrido del año, la Defensoría del Pueblo ha atendido 89 casos de violencia hacia personas de la comunidad Lgtbi y en la última semana, según esta entidad, se presentaron denuncias de amenazas de muerte contra seis personas que se reconocen como transgénero y una gay.
Ni que hablar de lo que está sucediendo con defensores y líderes de derechos humanos en diversas regiones del país.
Lo sucedido en una discoteca de la ciudad de Orlando, en el estado de La Florida, en Estados Unidos nos convoca, una vez más, a realizar un alto en el camino para traer a nuestra mente varios aspectos.
El mundo gira de manera acelerada hacia la trasgresión del respeto hacia los demás, olvidando la vieja máxima que establece que el derecho de cada quien termina, donde empieza el de los demás. La diferencia hace parte de la convivencia. La diferencia en lo religioso, político, étnico, sexual o cultural.
El derecho a la libre expresión y la necesidad de dialogar y asumir posturas pero siendo flexibles a otros pensamientos y sentires, es clave.
Recordemos que la paz empieza por uno mismo y que conciliar es más sencillo, fácil y hasta beneficioso que maquinar ideas para hacer daño a otros y de paso dañarnos la propia vida, arrastrando a quienes amamos.
¿Será posible ese alto en el camino y reflexionar?
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