lunes, 27 de junio de 2016

Mucha tolerancia y respeto por la opinión ajena es lo que debemos mantener

Por: José Renán Trujillo 

Amigas y amigos vallecaucanos,

La Carta Universal de los Derechos Humanos ha sido  el más grande legado de la humanidad a la paz, al desarrollo social, económico, político y cultural de los pueblos, que, sin embargo, sigue siendo para muchos estados pura retórica o simple papel olvidado en una estantería. 

Foto: Declaracion Universal de los Derechos Humanos de www.archivomuseodelamemoria.cl

La pobreza, la exclusión, la marginalidad, la intolerancia racial, étnica o religiosa, son el sello dramático de un mundo que se niega a encontrar el camino del progreso colectivo y la paz. 

La certidumbre de que la victoria del país debe ser nuestra máxima preocupación es por lo que invito a que ingresemos a un proceso de respeto mutuo, absteniéndonos  de participar en la política de las descalificaciones recíprocas que ha venido prosperando al amparo de la transitoria división actual.

Es claro entender que esa política de descalificaciones es funesta y contradictoria porque pone en tela de juicio no solo la capacidad sino la moralidad de nuestros más altos valores humanos y dificulta, por consiguiente, la proyección de una imagen suficientemente atractiva en el momento de que obtenga la mayoría un pronunciamiento del pueblo en las urnas para la refrendación de los acuerdos hasta el momento logrados y los que están por venir.

Comprobada esa mayoría, entraremos en la batalla “todos a una”, como en el poema de Lope de Vega, en defensa del derecho que tenemos los colombianos para la victoria del logro de la paz.

La pedagogía que debe ser más y más intensa cada día, debe presentar como una solución y una esperanza los acuerdos previos al acuerdo final. No es aconsejable que compatriotas, espoleados por el ardor de la lucha, aguijoneados por la ambición, la antipatía, el odio, la envidia o el revanchismo se empeñen en demostrar lo contrario.

¿Cómo podrá convencerse después  a vastas zonas de opinión  pública, de que la indignidad se lava con el agua lustral de los votos o que la incapacidad desaparece, para trocarse en sabiduría , solo porque así lo decidieron las urnas? 

Mucha tolerancia, respeto a la opinión ajena y comprensión en el fragor de la batalla, serán ingredientes indispensables de aquí en adelante.



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