Por: José Renán Trujillo
Amigas y amigos
vallecaucanos,
“Esto que pasó ayer,
me erizó, me llenó el corazón de alegría. Aunque tengo sentimientos
encontrados, creo que el país merece escribir un nuevo capítulo en la historia
y ese capítulo debe ser de paz. Como víctima directa, jamás pensé que esto
llegara a pasar, pero sucedió. Mi padre tuvo que ser uno de los mártires para
que esto se llegara a dar. Esperemos que la muerte de mi padre y de muchas
personas, a causa de este conflicto, sirva hoy para acabar, por fin, con la
violencia”.
Las anteriores
expresiones son de Diana Echeverry, hija de Ramiro Echeverry Sánchez, oriundo
de Palmira, uno de los once diputados
vallecaucanos asesinados un 18 de junio
por las Farc después de su secuestro el 11 de abril del año 2002.
Foto: Diana Echeverry de www.icesi.edu.co |
Siendo su
opinión sobre los Acuerdos de La Habana,
un pronunciamiento para tener en cuenta
en razón a la autoridad moral de quien lo dice, no menos importante son sus
reflexiones de años atrás frente a su postura en el momento actual.
Dice, por ejemplo,
Diana “ este proceso ha sido muy largo, mi mente no concibió ninguna firma,
quería cárcel para los culpables, tenía odio y dolor, pero ya ves, la vida se
encargó de hacerme madurar, las
experiencias que he vivido a lo largo de estos años me ayudaron a crecer y a
cambiar mi pensamiento. He dejado de pensar solo en mi dolor y ahora pienso en
el futuro de Colombia. Las víctimas directas de la guerra somos muchas, pero
creo que, como conocemos el dolor en carne propia, deseamos que la guerra
termine pronto. Yo perdoné, pero no olvidé porque perdonar no significa
olvidar. Eso hace parte de la historia de
mi familia y de Colombia, por eso, es importante no olvidar para que
jamás se vuelva a repetir”.
Sin duda una lección
de vida como la de tantos otros que ven una luz de esperanza hacia adelante
para lograr la reconciliación nacional.
Diana era una niña
cuando los hechos del secuestro y del asesinato de su padre sucedieron. Hoy es
una mujer que piensa en el futuro de Colombia. Un futuro que exige perdón,
tolerancia y deponer los odios para lograr una verdadera paz que garantice la
no repetición de un pasado doloroso.
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