martes, 22 de noviembre de 2016

Dos atroces casos de violencia a mujeres en el Valle del Cauca.

Por: José Renán Trujillo

José Renán Trujillo

En el Valle del Cauca estamos impactados con lo sucedido en fecha reciente, en Cali y en el municipio de Buga; donde se han registrado dos de los más atroces casos de violencia contra las mujeres. Una fue atacada en su propia residencia y la otra en su lugar de trabajo. 

En un país demócrata lo menos que se espera es que las leyes que se expidan tengan un objetivo central y  no que queden olvidadas en los anaqueles legislativos   o que expedidas no pasen de ser un saludo a la bandera por falta de real aplicación.

La Ley 1257 de 2008 es lo más actualizado  que existe sobre el tema. El espíritu de esa ley fue “adoptar normas que garantizaran para todas las mujeres una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado, el ejercicio de los derechos reconocidos en el ordenamiento jurídico interno e internacional, el acceso a los procedimientos administrativos y judiciales para su protección y atención, y la adopción de las políticas públicas necesarias para su realización".

Esa impecable redacción lleva a la inmediata pregunta: ¿se ha logrado el objetivo? Contundentemente no; sería mi respuesta.

La violencia en todas sus formas contra un ser humano, merece ser condenada con toda la fuerza. Y  contra la mujer; ejerciendo la acción gubernamental con  voluntad, mediante el uso de todas las herramientas a su alcance; para evitar que cada cuatro horas se siga abusando de una en medio del conflicto armado (hoy en cese bilateral) y para contrarrestar que un promedio diario de 245 sigan siendo víctimas de algún tipo de violencia, además de contribuir a evitar que el 30% siga saliendo de sus hogares por violencia sexual.

La mujer es parte fundamental de la carta universal de los derechos humanos que para muchos estados sigue siendo, lamentablemente, letra muerta o retórica. Claro, muchos se escudan en aspectos como la marginalidad, la pobreza, la exclusión, la intolerancia racial, étnica o religiosa. Puede decirse que hoy día la violencia contra la mujer es el claro ejemplo del sello dramático de un mundo que se niega a encontrar el camino del progreso colectivo y la paz.

Me repugna lo que ha sucedido con estas mujeres en Buga y en Cali. Como me repugna que se siga violentando a la mujer y a los niños. ¿Tanta burocracia no será posible que se una bajo el principio de colaboración armónica entre las instituciones para que la Consejería Presidencial para la equidad de la mujer, la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo, el Congreso de la República y las autoridades departamentales y municipales unidas formen un frente común de acción contra esa execrable violencia?


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