viernes, 4 de noviembre de 2016

La justicia Colombiana nos está dando nuevas luces.

Por: José Renán Trujillo

José Renán Trujillo
Constitucionalmente hablando, nuestro país define al referir e a niño o niña, que es la persona entre 0 y 12 años de edad y adolescente, la persona entre los 12 y los 18 años de edad.

Y establece que tal definición no privan a los adolescente de la protección especial que les brindan la Constitución Colombiana y la Convención sobre los derechos del niño, en armonía con otros instrumentos internacionales y en cambio son definiciones necesarias en la regulación legal  sobre la protección de los menores, que permiten determinar los marcos respectivos para el diseño y la ejecución de los planes y programas sobre los niños en sentido estricto o restringido y sobre los adolescentes.

Bajo ese preámbulo; mientras algunos dicen que la ley contra los menores es demasiado laxa y que ellos pueden ir por la vida haciendo de las suyas, como si nada, la justicia colombiana nos está dando nuevas luces, sobre los posibles rumbos que pueden surgir en casos de extrema gravedad.

Me refiero, especialmente, a la decisión tomada por la Fiscalía de abrir una imputación de cargos contra un estudiante, un menor de edad, del Colegio Andino de Bogotá; al parecer, porque en diciembre pasado, supuestamente , abusó sexualmente de una joven de la misma institución, durante un bazar. Esta decisión no tiene precedentes en nuestro país pero marca un rumbo importante, sobre los giros que puede tener la justicia colombiana a la hora de revisar situaciones que a claras luces son infracciones que para nada son “menores” y que marcan de por vida tanto a la víctima como al victimario. Y es que si lo miramos bien, a la vuelta de unos años,  ese menor infractor de la ley puede convertirse en un adulto, cuyas acciones tal vez puedan llegar a afectar, de manera sensible, a toda una sociedad.  

El caso invita a la justicia y al Congreso de la República, para que se haga una revisión juiciosa del llamado Código de Infancia y Adolescencia que desde el año 2006 es el garante de los derechos de los menores de edad en el territorio colombiano; y sobre el que han llovido sendas críticas, especialmente, cuando hay casos de menores que se prestan para cometer hurtos, asesinatos, extorsiones y demás actividades ilícitas que, en ocasiones, no son castigadas con el rigor debido.  La situación también insta a reflexionar sobre el rol que juega la escuela. Es cierto que el comité de convivencia escolar debe intervenir y tomar medidas; pero ¿quién garantiza que ese joven no seguirá cometiendo otro tipo de abusos en otros espacios?

Este caso es un llamado a las generaciones más jóvenes de nuestro país para que tomen conciencia de la legislación que nos rige desde que nacemos en este territorio. Y a la fiscalía para continuar esa senda que garantice sentar precedentes necesarios en nuestra sociedad.


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