viernes, 18 de noviembre de 2016

Serpa posee la experiencia y el conocimiento.

Por: José Renán Trujillo

José Renán Trujillo

Hace unos días, a través del portal Kienyke, el jefe liberal Horacio Serpa expresó que nadie tiene en cuenta para nada a quienes votamos por el Sí. Agregaba en su escrito; que nadie pedía la opinión de quienes habíamos puesto en las urnas más de seis millones de votos. Puntualizaba que toda la atención la recibían los que votaron por el No o por lo menos, aquellos que se dicen sus voceros. 

Remataba con una de sus conocidas expresiones coloquiales: los del Sí “ni suenan ni truenan”.

A lo largo del recorrido de los diálogos para alcanzar la paz con la Farc en estos dos periodos presidenciales, me ha asaltado la inquietud del por qué Horacio Serpa no ha estado involucrado como protagonista fundamental en el desarrollo de los acontecimientos en razón, naturalmente, a su extensa experiencia en ese tipo de manejos que requieren de unas calidades y cualidades que no son silvestres de encontrar propiamente a la vuelta de la esquina.

Y es que no solo es conocedor de antecedentes históricos con las Farc sino con el ELN, que en mi sentir, es de un accionar bastante singular. Es una agrupación amiga de las dilaciones, de los deslices y del frío alejamiento cuando aparentemente los avances en los diálogos indicarían posible cercanía a un acuerdo.

Esta es la hora en que no se ha logrado un real avance en la posibilidad de unas negociaciones serias con ese grupo insurgente que a la fecha; también carga sobre sus hombros, la no despreciable cifra de cincuenta o más años involucrados en la causa guerrillera. No podríamos sentir júbilo de una paz completa; sin un verdadero y real acuerdo con esta agrupación subversiva. 

Como tampoco sin lograr que en la legislación que expida el congreso para la refrendación e implementación del acuerdo final; se logre la creación de la unidad especial propuesta dentro de la Fiscalía, para la “investigación y desmantelamiento” de las organizaciones criminales,  “entre ellas las sucesoras del paramilitarismo” y la prohibición de promover o financiar este tipo de estructuras criminales.

Entonces, ¿por qué no capitalizar la experiencia y el conocimiento de ciertos personajes de la vida pública  para el logro de la llamada paz estable y duradera?

Sería interesante ver hacia otras orillas de pensamiento.  De pronto ahí puede estar el salvavidas que nuestro apabullado y manoseado Proceso de Paz requiere de manera urgente.  


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