Barack Obama ha salido de su retiro voluntario de la actividad pública para convocar a sus copartidarios demócratas a prepararse para salir a votar masivamente el próximo mes de Noviembre. Todo tiene su ritmo. Ese mes será electoralmente decisivo en la disputa por el control de las mayorías en el Congreso norteamericano y de un tercio de las gobernaciones.
Mucho es objeto de análisis, si de llegarse a que los demócratas recuperen las mayorías del Legislativo en su totalidad o de una de las dos cámaras, los Estados Unidos de Norteamérica estarían adentrándose en una etapa de confrontación de tal magnitud que hasta podría llegarse a la posibilidad de iniciarse el proceso de juicio de destitución contra el presidente Trump.
Las elecciones llegarán no propiamente en el mejor momento del presidente. Bordeando el 36% de popularidad según las últimas encuestas de The Washington Post y ABC es un antecedente que complica mucho el accionar tanto del partido Republicano como de los diferentes candidatos que lo representaran en las próximas justas electorales. Más aún después de los sucesos de la agitada semana pasada.
Cuando el abogado personal del Presidente Trump declaró su culpabilidad de ocho ofensas federales y lo implicó en uno de sus crímenes, los analistas coincidieron que se atravesaba por el peor momento de su presidencia. Y no se equivocaron pues en ese momento el ex-jefe de campaña también era hallado culpable de múltiples delitos.
Y como si fuera poco, para acabar de rematar, el diario The Washington Post y la cadena CNN publicaron apartes del libro más reciente de Bob Woodward el periodista que originó la renuncia de Nixon como resultado de sus investigaciones sobre el caso Watergate. Bajo el título: Miedo, Trump en la Casa Blanca, publica testimonios de un gran número de funcionarios y ex-funcionarios del presidente que lo descalifican con los peores epítetos; lo que lleva a presentarlo como un mandatario que ejerce el primer cargo el mundo sin tener las mínimas condiciones para hacerlo.
A todo lo anterior se suma la presunta existencia, al interior del gobierno, de un grupo de personas que aparentemente conforman una resistencia secreta cuya misión es proteger al país de las determinaciones de un presidente que consideran amoral e incompetente.
Nada fácil el escenario para los Republicanos. Menos ahora con la presencia del carismático Barack Obama. Todo puede llevar a la presentación de una gran cuenta de cobro con resultados inimaginables.
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