Mucho se habla de que Cali no será capaz de superar el momento crítico por el que atraviesa. No lo creo así. Pero, por supuesto, se incrementará si no miramos la crisis como la oportunidad que tenemos de reformarla, de organizarla, de superar la ola de violencia que soporta; propugnando por darle unas estructuras apropiadas y volverla contemporánea; en un afán responsable por sintonizarla con una Colombia que rechaza el abuso del poder y la corrupción, y que desea de la política y de los políticos comportamientos dirigidos a lograr el mayor cúmulo de satisfacciones para la comunidad.
Siempre he pertenecido a la línea de pensamiento que busca la democracia y la justicia social. La violencia, la pobreza y la discriminación; la notable ausencia de espacios que permitan el ejercicio pleno de la democracia; la falta de oportunidades para los más débiles que no pueden educarse ni encontrar trabajo; la concentración de la riqueza y el ímpetu con que se busca imponer los criterios del mercado sobre los principios de la igualdad y la equidad; son realidades que lesionan protuberantemente el interés de la mayoría de nuestros compatriotas y justifican la vigencia de una doctrina cuyo fundamento es, precisamente, erradicar todas estas falencias del seno de nuestra traumatizada sociedad.
Acaba de ser divulgada la encuesta Gallup que consultó a la ciudadanía su opinión sobre la gestión de varios alcaldes del país. Las mejor libradas: la de Alejandro Char en Barranquilla y la de Federico Gutiérrez en Medellín. La primera con una aceptación ciudadana del 95%; la segunda con una aceptación del 87%. No sucede lo mismo con la de Cali donde la desaprobación de la gestión del Alcalde bordeaba en Agosto el 50% pasando en Octubre al 49%.
Por donde se le mire no es buena la opinión que a la ciudadanía le merece la gestión del Alcalde de la capital vallecaucana; sin embargo, de igual o superior preocupación es el porcentaje con el que el pesimismo derrota al optimismo. Un 62% de los caleños encuestados miran con pesimismo el futuro de la ciudad mientras que tan solo el 29% lo mira con optimismo. ¿Lo uno va ligado a lo otro? ¿Hay cansancio en Cali por el ejercicio de un modelo de gestión? ¿Desea la comunidad un cambio a profundidad en la forma de sentirse gobernada?
Es muy probable que los caleños sientan un alto grado de ineficacia del Gobierno Municipal frente la solución de graves problemas sociales que afectan la mayoría de la población. El tema de la violencia desencadenada en los diferentes sectores, por ejemplo, ha ido creciendo como una mancha de aceite.
De suma importancia sería una evaluación detallada del cumplimiento del plan de desarrollo formulado por la actual gestión. ¿Se ha ido cumpliendo con ese mandato de manera integral o ha ido quedando simplemente como parte de una publicación olvidada en cualquier anaquel? El tiempo nos lo dirá y no nos extrañemos que, ad portas de culminar este gobierno, empecemos a observar una inusitada oleada de actividades que buscan el bienestar para los caleños.
¿Será acaso que los caleños en medio de su agotamiento; empiezan, con clamor creciente, a exigir un Alcalde con criterio social?
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